Se considera que la vida es un don de dios, por lo que ha ser agradecido y cuidarla al máximo pero se puede entender que al ser un regalo el individuo puede hacer con ella lo que quiera, no siendo así. El humano solo se encarga de la administración de dichos dones que ha recibido. Finalmente, se entregaran cuentas de dicha administración.
viernes, 25 de noviembre de 2011
El Islám
Según el islam, se permite que se cese con aquellas medidas que alargan la vida de forma artificial, ya que no se trata de aferrarse a ella, por lo que no se debe prolongar la vida a toda costa, allí donde la razón y la ciencia no ven perspectiva alguna. El islam prohíbe la eutanasia, ya que la vida es un don divino, que hay que cuidar y proteger de la mejor manera posible y el fin de esta solo lo determina Dios.
El peor pecado es el suicidio ya que el suicida es un hombre que se adjudico una atribución que solo Allah tiene, la de disponer de su propia vida. Allah es quien da la vida y la muerte( En este caso la eutanasia comprendida como suicidio entra)
La religión judía
El individuo nace en contra de su voluntad por lo que en contra de su voluntad se morirá algún día. De ello se deduce que con un paciente en estado crítico al prolongarle la vida de forma artificial se le tortura aún más.
Decálogo de la Iglesia Católica sobre la eutanasia
a- Nunca es moralmente lícita la acción que por su naturaleza provoca directa o intencionalmente la muerte del paciente.
b- Por consiguiente, jamás es lícito matar a un paciente, ni siquiera para no verlo sufrir o no hacerlo sufrir, aunque él lo pidiera expresamente.
c- No es licito negar a un paciente la prestación de cuidados vitales con los cuales seguramente moriría, aunque sufra de un mal incurable.
d- No es licito renunciar a cuidados o tratamientos proporcionados y disponibles, cuando se saben que resultan eficaces, aunque sea solo parcialmente. En concreto, no se ha de omitir el tratamiento a enfermos en coma si existe alguna posibilidad de recuperación.
e- No hay obligación de someter al paciente terminal a nuevas intervenciones quirúrgicas, cuando no se tiene la fundada esperanza de hacerle más llevadera su vida.
f- El licito suministrar narcóticos y analgésicos que alivien el dolor, aunque atenúen la consciencia y provoquen de modo secundario un acortamiento de la vida del paciente, con tal que la acción sea calmar el dolor y no acelerar disimuladamente su muerte.
g- Es licito dejar de aplicar procedimientos extraordinarios a un paciente en coma cuando haya perdido toda actividad cerebral. Pero no lo es cuando el cerebro del paciente conserva ciertas funciones vitales, si esa omisión le provoca muerte inmediata.
h- Las personas minusválidas o con malformaciones tienen los mismos derechos que las demás personas, en lo que se refiere a la recepción de tratamientos terapéuticos. En la fase prenatal y en la postnatal se han de proporcionar las mismas curas que a los fetos y niños sanos.
i- El Estado no puede atribuirse el derecho de legalizar la eutanasia, pues la vida del inocente es un bien que prevalece sobre el poder mismo.
j- La eutanasia es un crimen contra la vida humana y la ley divina, de las que se hacen responsables todos los que intervienen en la decisión y ejecución del acto homicida.
Encíclica “Evangeliun Vitae” sobre la eutanasia.
A través de la encíclica “Evangeliun Vitae”, Juan Pablo II trato de evitar la permisión de la eutanasia. Esta así lo recoge:
“Amenazas no menos graves afectan también a los enfermos incurables y a los terminales, en un contexto social y cultural que, haciendo más difícil afrontar y soportar el sufrimiento, agudiza la tentación de resolver el problema del sufrimiento eliminándolo en su raíz, anticipando la muerte al momento considerado más oportuno.
En una decisión así, confluyen con frecuencia elementos diversos, lamentablemente convergentes en este terrible final. Pude ser decisivo, en el enfermo, el sentimiento de angustia, de exasperación e incluso desesperación, provocado por una experiencia de dolor extenso y prolongado.
Esto supone una dura prueba para el equilibrio a veces ya inestable de la vida familiar y personal, de modo que, por una parte el enfermo - no obstante la ayuda cada vez más eficaz de la asistencia médica y social - corre el riesgo de sentirse abatido por la propia fragilidad; por otra, en las personas vinculadas afectivamente con el enfermo, puede surgir un sentimiento de comprensible aunque equivocada piedad. Todo este se ve agravado por un ambiente cultural que no ve en el sufrimiento ningún significado o valor, es más, lo considera el mal por excelencia que se debe eliminar a toda costa. Esto acontece especialmente cuando no se tiene una visión religiosa que ayude a comprender positivamente el misterio del dolor.”
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